Osamu Ishiyama: A una década del terremoto de Kobe

“El gran terremoto de enero de 1995 sobrepasó cualquier medición sismográfica en Kobe. Todos los records registrados hasta ese momento fueron anulados y la totalidad de la ciudad retrocedió medio siglo, retornando al aspecto que presentaba al final de la Segunda Guerra Mundial. Totalmente destruido quedó nuestro respeto por las nociones de planificación urbana y perdida nuestra creencia en la línea de progreso. Hoy queremos destacar más que construcciones físicas, el derrumbe de aquellas. En el pabellón se percibe la absoluta nada, pero esa nada quiere susurrarte algo… escucha su voz”.

Así comienza la exposición en el pabellón de Japón de la Bienal de Venecia de 1996. Curada por Arata Isozaki y ejecutada por Osamu Ishiyama (de 62 años de edad), la exhibición centra su atención en el desastre de Kobe de 1995 y le toma el pulso a una sociedad que vio el fin de la autocomplacencia de los últimos 50 años, a través del atentado con gas sarín a manos de una secta religiosa en el metro de Tokio. Tanto el desastre natural como el humano, estremecieron no solo las fundaciones físicas sino también culturales del Japón moderno. Mostrando, de paso, todas las patologías de una sociedad que terminaba el siglo en crisis.

Museo Rias Ark exteriores 1994, en el distrito de Miyagi, Japón

Esta visión crítica le valió a Ishiyama el premio León de Oro en la Bienal de Venecia. Hoy, a través de su trabajo, el destacado arquitecto nipón pretende alejarse de la seriedad de la arquitectura moderna. “La historia de la arquitectura moderna es la historia de la arquitectura europea y ciertamente mi posición en el extremo asiático dista mucho de aquella. Mi objetivo es deconstruir la arquitectura y la imagen del arquitecto”, afirma en Tokio, Japón, durante la entrevista exclusiva realizada para este especial de terremotos de la revista CA.

Kobe después del terremoto de 1995

En esta radicalidad y persistencia, se aprecia una manera efectiva de continuar un camino. Sin romanticismo, pero con humor, que no es más que una forma optimista de hacer crítica. En culturas sísmicas como las de Chile y Japón, el futuro se muestra en continuo colapso, lo que produce un repensar y comenzar periódico. Es difícil encontrar en el primer mundo a David luchando contra Goliat, lo que hace pensar en nuestra propia historia en Latinoamérica… la agonizante Fantasía y Ficción tienen cierta opción en este siglo que comienza.

Torre Gaudí, instalación de arquitectura transitoria, obra de Ishiyama en Nagoya, Japón

DESPUÉS DEL SILENCIO

Hace diez años, usted fue invitado a participar en la Bienal de Venecia 1996. Su trabajo reflejaba lo que llamó “El profundo y mórbido humor del fin de siglo japonés”. Al mismo tiempo, proyectó la casa llamada “La habitación de Drácula” en un área degradada y deteriorada en las afueras de la ciudad. ¿Por qué ese nombre? ¿Tiene alguna relación con los oscuros aconte-cimientos de ese tiempo?

Yo me impresioné e interesé mucho en el terremoto de Kobe y el atentado con gas sarín en 1995. Ambos influenciaron los significados y expresión de la arquitectura japonesa actual. Al mismo tiempo, me hice cargo de una pequeña casa para una pareja de homosexuales. Familia constituida pero no reconocida, sin los conceptos de producción ni reproducción, en fin, un mundo alternativo y minoritario. En general, el diseño moderno se ha preocupado de las mayorías, lo tradicional y aceptado, las parejas casadas y la familia convencional. Yo creo que en nuestros días en el mundo existe la necesidad de encontrar otro camino y es allí donde radica mi especial interés y atención. Es por eso que llamé a esa casa “La habitación de Drácula”. Ese personaje representa otro mundo, un tipo de monstruo como Frankenstein o Pikachú en Japón, otra manera, muy virtual y fantástica, pero al mismo tiempo con muchas dosis de realismo.

¿Por qué en el pabellón prefirió representar la nada o la destrucción, más que construcciones físicas para reflejar Japón?

No sólo la nada, lo principal que quisimos mostrar es que la nada y la destrucción entregan otra estructura de información. En Kobe, la tecnología computacional y red de información fue destruida al mismo tiempo que la infraestructura real de la ciudad. Mucha desinformación y ficción apareció en ese tiempo y nosotros lo mostramos en Venecia. No puedes entender la información del pabellón de Japón solo por la vista, lo más importante es el sonido incorporado, aunque no como música sino como información auditiva incorrecta.

¿Cómo reacciona la sociedad frente al desplome de la tecnología y la información? ¿Cambia la noción de planificación urbana después del desastre?

Por supuesto que cambia, yo no puedo creer en la infraestructura clásica invencible, estática y estable, no puedo creer nunca más en ese sistema. En lugar de eso, tengo gran interés en conceptos de movimiento, cambio y no-forma.

Recientemente, usted ha incorporado con fuerza el concepto de movilidad en sus trabajos, utilizando incluso containers en su arquitectura.

No, el comienzo de mi trabajo en este tema fue en 1966 con la “Casa Kawai”, de sección cilíndrica dispuesta horizontalmente en el terre-no y en cuyo diseño prescindí de las fundaciones, generando un tipo de sistema móvil. Ese fue el principio.

Pero también en sus últimos trabajos, como las villas N y F, usted trabaja con unidades móviles como casas rodantes y con-tainers, generando una especie de ciudad adaptable. Si bien desde los años ‘60 es posible encontrar ejemplos de movilidad, ¿cree que la arquitectura debiera considerar estos conceptos como un tema central para el estilo de vida futuro?

Veo como un proceso natural que la arquitectura vaya perdiendo pesadez y rigidez en pos de la flexibilidad y movilidad en el futuro. Si bien ahora estos conceptos no pasan de ser minoría en el mundo, en oriente han estado presentes desde siempre y, por tanto, en tiempos de globalización también constituyen una manera efectiva de distanciamiento, especialmente de la cultura norteamericana, que parece cubrirlo todo. Es muy importante entender que cada etnia, lugar, cultura y persona es una individualidad en sí misma, con valores y filosofías propias. En mi caso, movilidad en arquitectura es también una estrategia diferenciadora.

Desde Chile fue posible conocer su trabajo por el proyecto Tree House, junto a artículos que destacaban el interés y atención por las minorías, y la diversidad cultural: arquitectura para discapacitados, homosexuales y zonas afectadas por desastres, como Hiroshima House en Camboya, un homenaje al holocausto de Phnom Penh. ¿De dónde viene este interés por las minorías? ¿Por qué elegir un camino alternativo y más difícil?

La respuesta es muy simple: ¡yo soy minoría! Pero más que definir o hacer más rígido el concepto, prefiero referirme a la persona, su dignidad y su condición de individuo, capaz de discernir y de mo-verse. Cada persona es minoría y la movilidad es un valor, un privilegio, un acto individual de dignidad y libertad. Entonces, los temas de movilidad y minoría son para mí parte de la misma cosa.

Muchas veces usted favorece lo indirecto por sobre lo directo. Destaca los valores invisibles por sobre los visibles, alejándose de la tendencia del movimiento moderno. ¿Es su prioridad la abstracción por sobre el realismo?

Me interesan la luz, el sol, el aire, la atmósfera y el espacio. No me atraen los materiales como el vidrio o el concreto, viéndolos como forma, sino más por su significado. Al vidrio lo veo como una expresión del agua, por ejemplo. Más que temas de forma y figura, mi gran interés es lo abstracto.

A 11 años de Kobe, usted ahora trabaja junto a Arata Isozaki en un proyecto para los Juegos Olímpicos 2016 en Fukuoka. El concepto central es movilidad y medios de comunicación. ¿Cuál es la conexión entre ambas? ¿Pueden ser vistas como un solo concepto en el futuro?

En dos palabras: modelo social, no modelo arquitectónico. La arquitectura será un reflejo, la esencia del modelo social. Por eso, ahora movilidad, medios de comunicación, información y vir- tualidad tienen gran relevancia. Las apariencias físicas serán muy claras, pero la arquitectura que no pueda explicar y reflejar la esencia de la nueva sociedad no tiene posibilidades en el futuro. Es mi opinión.

¿La visión que hoy tiene del futuro, es más optimista o más pesimista que la que tenía hace diez años?

El pesimismo no tiene futuro. Al final del siglo XX, los intelectuales y arquitectos cayeron en conductas cínicas y pesimistas, y hoy lo que más pesa en el mundo es el dinero. En el siglo XXI eso no tiene ninguna opción. Tenemos que descubrir otro sistema, otro ideal, otro modelo, es difícil pero vital. Debemos influenciar a la sociedad futura. Desde la gran escala es más fácil que desde la pequeña, pero diseñar por diseñar no tiene ningún valor. El mode- lo de sociedad es un tema central para las generaciones jóvenes, especialmente los latinoamericanos. Con objetivos claros, métodos y tecnologías propias pero elaboradas, es muy fácil encontrar la identidad social no solo de Chile sino de toda Latinoamérica. En el mundo la abstracción ha sido el camino fácil. La Villa Savoy y otras obras de Le Corbusier son muy abstractas. Viajando estudió muchas etnias como un cazador de formas y lo que registró lo hizo internacional utilizando un vocabulario abstracto. Pero las nuevas generaciones enfrentan un mundo más real. Latinoamérica y Japón son un poco distintos, pero al final, lo mismo. Tengo un gran interés en las posibilidades de Latinoamérica, Asia y el mundo islámico para el siglo XXI.

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