Guillermo Jullian: “Las obras son los territorios”

“Nunca me he considerado arquitecto en el sentido de arquitecto profesional. Lo que hago es construir un imaginario a partir de las cosas que he ido encontrando en la vida y que han constituido la continuidad de lo que he hecho. Por eso mi arquitectura, más que un conjunto de edificios, es una especie de collage de experiencias. He tenido la suerte de haber entrado a estudiar arquitectura a la Universidad Católica de Valparaíso cuando se formó y todavía no había ninguna regla que dijera esto es lo que hay que hacer. Estuve en la escuela desarrollando una visión poética de la arquitectura, pero la verdad es que no sabíamos mucho hacia dónde íbamos. Después de diez años, llegó un día en que le dije a Alberto Cruz: ‘Lo siento, me voy, además que esto de la poética a mí no me interesa’. Hice la memoria, la colgué en la escuela y luego los profesores me dijeron: ‘Eres un arquitecto’. Ahí partí a Europa.”

Europa y Le Corbusier

“Ya tenía en mi cabeza la idea de trabajar con Le Corbusier, me había ido preparando mentalmente para eso. La formación que entregaba la Católica de Valparaíso era, por sobre todo, poética, entonces tú no llegabas con conocimiento. Y precisamente, el hecho de llegar sin conocimiento fue lo que me salvó. Le Corbusier era una persona que nunca se fijó en las reglas. A él le cargaba que le dijeran que era ‘arquitecto’. Él era un personaje que no tenía nombre. Llegué al taller de Le Corbusier en el año 1959 con esta especie de apertura, en el sentido de lo que me toca, me toca. Iba preparado para encontrarme con situaciones distintas, a las que me tenía que adaptar, y así fue cómo empecé a comunicarme con Le Corbusier fácilmente. Él no usaba métodos convencionales. Tenía una manera de hacer las cosas bastante intuitiva. Cuando hicimos el Hospital de Venecia, donde yo estaba a cargo, armé maquetas a escala natural. Construí seis piezas en cartón. Es que antes como que no valía la pena hacer tantos planos… Hoy eso no se puede hacer. Uno más o menos se adaptaba a las circunstancias, era otra realidad. En mi tiempo, un arquitecto trabajaba y vivía en la obra.”

Team X

“Hay muchas cosas paralelas que van funcionando, porque en el fondo mi arquitectura es un problema de vida. Me tocó llegar a Francia en un momento en que se estaba incubando la revolución de los estudiantes, al mismo tiempo empecé a enseñar en Estados Unidos y tuve mucha interacción. Después, en Europa estuve participando en el Team X, donde los fundadores eran Georges Candilis, Peter y Alison Smithson y Aldo Van Eyck. Yo era el más joven y el Hospital de Venecia fue mi tarjeta de entrada al Team X. Me tocó estar muy cerca de ellos, sobre todo de Shadrach Woods. Eramos como un grupo de boy scouts que se juntaban en lugares exóticos para conversar sobre cosas en general. Ahí estábamos, preguntándonos cómo hacer un edificio que pudiera modificarse en el tiempo sin que se rompiera la unidad formal. Había que repensar todo, la manera de hacer las cosas. Empezamos a estudiar la matemática nueva, la teoría de los conjuntos, todas las cosas se iban entrelazando. Era un sistema de pensamiento más activo. El Team X fue revolucionario. Nos preguntábamos, por ejemplo, si un proyecto que se hace en Estocolmo tiene o no que ser igual a un proyecto en Portugal. Empezamos a explorar esto, la arquitectura como una construcción se va transformando en el tiempo, donde lo que importa es la constitución interior por sobre la fachada o la expresión formal. Desde ahí llegábamos a las problemáticas de las ciudades contemporáneas.”

EE.UU.: laboratorio de ideas

“Estados Unidos para mí fue como una terapia de vacaciones. Mientras estuve en París tuve una actividad bastante fuerte, por lo que estar en Estados Unidos era como respirar. Llegué para allá y me encontré con los hippies. Llegaban estudiantes con unas barbas que los hacían ver como si vinieran de la prehistoria. Fue un choque cultural muy fuerte. Además uno en EE.UU. se desenfoca, ya que en París se sigue una especie de continuidad histórica. Todo lo que uno hace tiene un antecedente. Tú miras los proyectos hacia atrás y desde ahí puedes avanzar, uno tiene un apoyo. En cambio llegas a Estados Unidos y te toca hacer un proyecto con cara de elefante o de Mickey Mouse y no hay ningún choque cultural, ya que no existe una trayectoria previa. Pasa que, en cada universidad, hay distintas estructuras de pensamiento y desarrollo de éste, lo que produce mucha frescura y libertad.”

Collage y dibujo: posibilidad arquitectónica

“El primer dibujo para el concurso del Congreso en Valparaíso fue un collage basado en el convento La Tourette de Le Corbusier: lo recorté y desde ahí armé el proyecto. En el fondo, siempre estoy pensando en la totalidad del proyecto, más que en la forma. Porque, si miras el collage y después el corte, es casi lo mismo. Es una manera de actuar. Uno se pone económico para hacer un proyecto. Además no son cosas que uno saca de los libros, sino que las saca de la experiencia. Esos dibujos los hice en una noche y ahí comenzó el proyecto del edificio del Congreso. La idea era bastante simple: yo había determinado una altura, que era la de los edificios de Valparaíso, entonces construyo esta base y después dejo un espacio. Y lo de arriba era como un bote viejo que iba a ser todo de cobre. En ese momento, los arquitectos chilenos estaban con el chip del posmodernismo.”
“El proyecto del Congreso lo hice junto a Ann (Pendleton) en Estados Unidos, donde teníamos toda las facilidades en la universidad, pues la gente estaba de vacaciones y teníamos las salas, maquinarias y todo lo que tienen los gringos para hacer estas cosas. Tuve como veinte estudiantes trabajando en ese concurso. Hicimos el anteproyecto y les dije: ‘Se acabó, me voy a Chile y lo termino allá’. Llegué acá y todo lo que no me gustó, lo cambié. Presenté el proyecto como obra inconclusa. Quedaron cosas como un imaginario. Lo hice más bien como una especie de gesto a la ciudad.”
“Yo venía de la escuela de Le Corbusier donde los colores tienen que ver mucho con la pintura pre renacentista. Empecé a trabajar con la paleta lecorbusieriana y también con los colores puros, que me permitían marcar las particularidades. Siempre usábamos el color codificado. Yo empecé a introducir el color ‘sicológico’, por llamarlo de una manera. Cada color representaba algo: por ejemplo el amarillo representaba la circulación; el naranjo, la circulación interior; el azul, el pensamiento, y el morado, los ascensores.”

Las obras como territorio

“En mis obras y pinturas siempre existen límites, bordes, territorio, y hay una especie de continuidad que no es de la imaginación, sino que tiene que ver con cómo están ubicadas las cosas en un lugar. Son cosas que a uno le quedan cuando nace en una ciudad como Valparaíso: sabes que el sol se pone por atrás, porque has nacido con eso. Eso te queda como una marca y tú empiezas a lanzar tus trazos.”
“Uno canaliza sus proyectos y éstos se van transformando en otra cosa. Mi interés siempre ha estado en eso, más que en la cosa formal. En el edificio de la Embajada de Francia en Marruecos, tú vas y, si lo miras por dentro, no sabes dónde estás, es como un laberinto. Siempre te va quedando algo pegado. El proyecto de Marruecos lo gané porque no fui al lugar. Todos los otros arquitectos fueron de visita y volvieron amarroquinados, contaminados, y tú mirabas los proyectos y decías esto es un proyecto para Marruecos. Yo hice una estructura que tenía toda esa relación que tienes con la experiencia que te va guiando: Valparaíso, París, la influencia cubista, el color, etcétera. Otro ejemplo es el proyecto de la Embajada de Francia en Brasilia, que no tiene fachada. Nunca me ha preocupado la fachada. El problema aquí era que el clima se transformara en el edificio mismo, sin ser éste bioclimático, y ahora funciona perfecto: es la única embajada de Brasilia que no tiene aire acondicionado. Todo esto es un poco a partir de la experiencia del Hospital de Venecia, que trabajé durante siete años y que es una de las cosas fundamentales que he hecho. Además en esos momentos, todavía estábamos con el Team X. Era un momento de reacción contra el posmodernismo, que intentó cortar la continuidad sobre la cual trabajamos.”
“Una vez yo les di a mis estudiantes el plano de la oficina salitrera Chacabuco, que está abandonada. Ahí reside toda la idea de que la arquitectura no es sólo el objeto que está adentro, sino que se expande y empieza a tocar otros ámbitos. Toda mi arquitectura está pensada en ese sentido. Mis pinturas son territorios que yo ocupo, pero de repente no hay nada ocupado, porque están afuera, entonces una cosa podría ser la montaña o el objeto. Pero está considerado como una parte del proceso creativo.”
“Uno es un arquitecto como opción de vida. Nunca lo he aprovechado en el sentido de estar en una oficina con cuarenta personas. No, eso no me interesa. He quebrado no sé cuántas veces en mi vida, me he quedado en la calle, pero siempre me he subido a la vereda. Siempre traté de escapar al hecho de sentarme. Mientras estuve en un país nunca hice un compromiso, nunca tomé algún trabajo que no fuera lo que me interesaba. Nunca he tenido la necesidad de tener ningún lujo porque, la verdad, tampoco me interesa. Tengo una maleta grande donde sé que me cabe todo. Y una maleta mediana para cuando voy cerca. En eso, heredé muchas cosas de Le Corbusier, que vivía de forma bastante simple. El conocimiento viene de lo que tú encuentras adelante, más que de un conocimiento establecido.”

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