Demanda internacional: Un potencial no explorado

Las cifras sobre la cantidad de escuelas de arquitectura que hay en Chile y las que ubican a la profesión como una de las carreras peor pagadas, están lejos de alarmar a Alejandro Aravena, arquitecto y director ejecutivo del do tank Elemental. Es más, llega a afirmar que “uno debería decir que hay sólo 44 escuelas de arquitectura en Chile. Porque para la cantidad de arquitectos que se necesita en el mundo, nos estamos quedando absolutamente cortos”.

De partida, pone en duda que exista una crisis. “Uno debería ponerle al menos un signo de interrogación o no dar como una verdad el supuesto que está detrás del análisis de las estadísticas de la carrera de arquitectura. La dificultad para encontrar trabajo de las 44 escuelas chilenas de arquitectura se basa sobre el supuesto de que los que estudian en Chile van a trabajar en Chile. Desde ese punto de vista, claro, las cosas empiezan a hacer crisis. Pero en un país que tiene una de las economías más abiertas del mundo, lo último que se debería suponer es que el lugar de trabajo sea solamente Chile. Entre quienes estudian en Harvard, por ejemplo, nadie espera trabajar en Boston, ni siquiera en Estados Unidos”, señala.

Y agrega que “esto ocurre en Chile porque históricamente hemos sido un lugar apartado, pero nos ha cambiado la realidad. Un tipo que se dedica a los negocios acá, jamás piensa en el mercado local para desarrollar un negocio. Dice qué ventajas comparativas tengo aquí para producir y cuáles son los mercados del mundo donde puedo distribuir. Cualquier otra actividad o disciplina productiva de un país lo comprende naturalmente, pero los arquitectos tendemos a no entenderlo, porque probablemente no recibimos en nuestra formación esa amplitud de mirada”.

A juicio de este arquitecto, que entre el 2000 y el 2005 fue visiting professor en la Universidad de Harvard, la solución está en buscar trabajo en aquellos lugares donde hay déficit de especialistas. Como asegura que ocurre en África, donde existen solo cerca de 35 mil arquitectos, a pesar de que hay necesidad y recursos.
“No hay ninguna razón para que los arquitectos no podamos hacerlo, tenemos todas las herramientas. Quizás la única dificultad podría ser el idioma, entonces habría que enseñar inglés”.

Según Aravena, un cambio de enfoque impulsado desde las propias escuelas de arquitectura les pondría presión a los profesores de la carrera, ya que tendrían que ser ellos quienes capacitaran a sus alumnos para trabajar en cualquier parte del mundo.

Restricciones y partir fuera de uno

Para lograr que los profesionales chilenos puedan ir a trabajar a otros países y continentes, también es fundamental incorporar algunos cambios en la enseñanza de arquitectura.

El primero de ellos es aprender a trabajar con restricciones, algo que no ocurre y que es el gran error de la formación de arquitectos. “El supuesto que hay en las formaciones artísticas de la arquitectura incluída, es que para hacer creativos, originales y alcanzar un desarrollo, debieras tener libertades. Las escuelas crean una especie de fuero interno, donde ‘tener alas y volar’, bajo el supuesto que sólo sin restricciones se podría alcanzar un gran nivel de vuelo”.

El problema surge al llegar a la realidad. “Como no te entrenaste en operar con restricciones, todo lo que pensaste nunca ocurre. Es como jugar tenis con puntos y sin puntos. Mientras estás paleteando sin puntos, tus golpes son increíbles, le pegas a la pelota tal como hay que pegarle. A penas te pones a jugar con puntos, ‘se te acorta el brazo’. En la profesión eso pasa cuando te ponen las restricciones”.

Añade que “no conozco programas de arquitectura en el mundo que pongan suficiente énfasis en las restricciones, para entrenarte a pensar en esa lógica y entender que en las reglas están los grados de libertad. Si no tienes restricciones, no hay necesidad de ser creativo y darle la vuelta de tuerca a los problemas”.

Un segundo cambio muy gravitante es comenzar un trabajo pensando desde fuera de uno. “En arquitectura, por tratarse de una disciplina artística, tendemos a partir de nosotros mismos para contestar una pregunta. Encargan un colegio y la actitud casi física es ponerse la mano en la frente, tapándose los ojos e investigar dentro de sí mismo cómo tendría que ser un colegio. Además, las preguntas que uno trata de contestar son las que se puso uno mismo, que le parecieron que son relevantes para hacer un colegio o un centro cultural o vivienda”.

El ideal sería hacerlo como los ingenieros: preguntan al sujeto que tiene el problema de qué se trata lo que están tratando de resolver, con lo cual logran identificar problemas que están fuera de uno.

Gigantesca oportunidad de trabajo

Debido a su trabajo en Elemental, que es un programa para operar la ciudad como fuente de equidad y que, entre otras cosas, trabaja en la construcción de vivienda social, Alejandro Aravena participó en un importante foro internacional realizado en 2007 en Lago di Como, Italia. En ese lugar, durante una semana, ochenta personeros, principalmente economistas, políticos e ingenieros, se encerraron para pensar el futuro urbano del planeta. Una de las conclusiones que arrojó esa cita fue sorprendente: el mundo necesita construir una ciudad de un millón de habitantes por semana, con mil dólares por familia durante los próximos 20 años.

Esas cifras él las relaciona directamente con posibilidad de trabajo. “Los arquitectos que se necesitan para diseñar eso son muchísimos. No solo para proyectar vivienda, sino además colegios, espacios públicos, comercio, iglesias, comisarías y estaciones de bomberos, la cantidad de trabajo llega a ser gigantesca”.

Otro dato: según reportó el diario Washington Post en agosto de 2007, en el mundo nunca ha habido al mismo tiempo tanto dinero para destinar a estos fines como ocurre en la actualidad. Hoy existen 150 trillones de dólares para invertir en el proceso de urbanización, donde de aquí al 2030 el mundo pasará de 3 mil millones a 5 mil millones de personas viviendo en ciudades. Es decir, 2 mil millones de personas van a necesitar construir vivienda.

“Es tal la cantidad de trabajo y de profesionales calificados que se necesita, que el número de escuelas de arquitectura no debiera ser una preocupación si entendiéramos que eso es lo que hay que construir. Si nos ponemos todos a competir por hacer un centro cultural en Santiago, obviamente estamos en un problema. Pero eso es una desinteligencia del gremio, porque en este otro nicho no hay nadie. El problema es que fuimos entrenados para hacer un monumento y no para trabajar en este proceso de urbanización”.

En la misma reunión internacional en Lago Di Como, el presidente del Banco Central de India y ex economista del Banco Mundial, Rakesh Mohan, concluyó señalando que la gran dificultad es que, a pesar de que el proceso de urbanización es uno de los desafíos más grandes que ha enfrentado la historia de la humanidad, no hay conocimiento suficiente y las mentes más brillantes no están trabajando en las ciudades, porque no es sexy.

Algo extraño, considerando que el dinero está en el proceso de urbanización. “Si para construir un edificio increíble con gran presupuesto hay 900 millones de euros, para el proceso de urbanización hay 300 trillones de dólares”, dice. “Es como decir, mira, si no eres suficientemente bueno, quédate haciendo museos no más”.

Alejandro Aravena

Arquitecto PUC (1992). Estudió en el Instituto Universitario di Architettura di Venezia. Visiting Professor Universidad de Harvard 2000-2005. Medalla de Arquitectura “Erich Schelling Foundation” Alemania 2006. Finalista del Global Award for Sustainable Architecture, París 2008. Hoy está construyendo en Texas, Alemania y China. Es titular de la cátedra Elemental Copec de la PUC y director ejecutivo del Do Tank ELEMENTAL.

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