Juan Sabbagh: “La arquitectura pública debe ser llamada a concurso de ideas”

Barreras de entrada, asignaciones directas y concursos de honorarios, son moneda corriente en los llamados que las instituciones estatales realizan para asignar alguna obra. Sin embargo, lejos de garantizar transparencia y calidad, para Juan Sabbagh, presidente del Colegio de Arquitectos, estas prácticas en realidad están limitando la creatividad y la calidad de las obras, además de desperdiciar grandes oportunidades de legar un buen patrimonio arquitectónico para el país.
“Primero, creo que toda la arquitectura pública debería ser llamada a concurso. El Estado tiene la obligación de dar oportunidades de trabajo igualitario a todas las personas. En segundo lugar, cualquier obra pública que tú hagas se incorpora al patrimonio del país, por ende, esto debe ser mirado no solamente desde un punto de vista utilitario de resolver un problema de construir algo, sino que a su vez la obra se incorpora al patrimonio público. Eso obliga al Estado, que es el mandante, a hacer la mejor arquitectura posible porque tiene el deber de cuidar el bien público”.

¿Y eso no se estaría cumpliendo en Chile?

En Chile, no todo se llama a concurso. Hay asignaciones directas, los concursos a los que se llama tienen barreras de entrada que afectan siempre a los jóvenes, con lo que no se cumple la condición de la oportunidad de trabajo igualitaria y que afectan siempre a los jóvenes. De hecho, cuando tienes barreras, no sólo hay discriminación negativa que afecta a los jóvenes, sino también discriminación positiva que favorece a ciertas personas.
Esto se traduce en que, bajo la excusa de la experiencia, estás evitando que se presente gente con poca experiencia, pero con ideas, y favoreciendo a gente a la que por secretaría se le asigna experiencia. Derechamente, el Ministerio de Obras Públicas en materias de arquitectura pública define que los ex empleados, después de una cantidad equis de años de trabajo, acreditan experiencia, lo cual, a mi juicio, es una falsedad porque para acreditar experiencia hay que diseñar y construir, y eso no necesariamente se cumple como empleado del Estado.
Además, están los gérmenes de la corrupción, porque es muy fácil establecer un grado de conexión con ex empleados. Yo no sé si ocurre, por lo tanto no significa que esto sea una denuncia, estoy diciendo que esto favorece que se produzca corrupción. Queda sembrado para que se haga.
Entonces, el tema de la experiencia no debería ser tan relevante a la hora de designar al ganador de un concurso. Pero tampoco se puede tomar a la ligera, ¿o sí?
Efectivamente, para algunas obras se requiere experiencia. Pero para eso están las segundas etapas y las condiciones de las bases del proyecto, para que aparezca alguien con experiencia una vez que se adjudica. El tema es la cosa práctica de cómo se materializan estos concursos. Ya que queremos los mejores proyectos posibles, los concursos deben ser siempre de ideas. El Estado tiene la obligación, el derecho y el deber moral de exigir que sus proyectos sean lo mejor que se puede hacer. Si divides los concursos en dos fases, una de ideas y otra de desarrollo, en la primera dejas entrar a todo el mundo y el Estado tiene las mejores ideas posibles. Luego, cuando uno de los equipos se adjudica el concurso, en ese momento exiges la acreditación de experiencia. Es muy distinto que aparezca un muchacho joven y me diga “usted que tiene experiencia, presente el trabajo” y colabore como parte de mi equipo; a que ese mismo muchacho sin experiencia venga a golpear la puerta, con una idea que ya ganó un concurso y me diga “oiga, don Juan, lo vengo a convidar a desarrollar el proyecto y necesito su experiencia para que me colabore”.
Mencionó que el sistema discrimina positivamente a algunas personas que acreditan experiencia, pero que al mismo tiempo evita la implementación de nuevas ideas. ¿Qué efectos provoca esta tendencia?
Lo que ocurre hoy es que los sistemas actuales están favoreciendo una forma de ganarse la vida a través de los concursos. Se está desvirtuando el origen del concurso, que son discusiones intelectuales de un tema determinado y se ha transformado en un medio de buscar trabajo. Cuestión que es legítima, pero que no consigue una buena obra, porque al final las oficinas se preocupan más de generar mecanismos para presentar sus proyectos y favorecer que se les adjudiquen. No se piensa en un buen proyecto, sino en la forma cómo ganar el concurso. Además, los concursos de ideas son la mejor forma de descubrir y promover a los arquitectos jóvenes. El sistema actual nos priva de la posibilidad de tener “semilleros de talentos”.
¿Hay más factores que influyan en la baja de calidad arquitectónica de los proyectos que participan en concursos?
Lo que están realizando algunas instituciones, como el Ministerio de Justicia, que hizo un llamado para los nuevos tribunales, es pedir un proyecto de referencia. Eso impide la posibilidad de creación y por lo tanto destruye la arquitectura. Por ejemplo, una institución x forma un equipo de arquitectos que establece un proyecto de referencia, que es el que licita, y favorece obviamente a quienes hacen un proyecto parecido dentro de ese marco. En otros casos es mucho más patético, porque tienes que desarrollar a partir de esa referencia. A mi juicio, el Estado está interviniendo en un área que no le compete. Si tú quieres la mejor arquitectura posible, tienes que tener la opción de que todos los arquitectos del país te puedan hacer planteamientos.
¿Influye el tema de los costos en las asignaciones?
Bueno, también se adjudican proyectos con licitaciones a honorarios, como sucedió con las propuestas de la reforma educacional. Eso atenta contra los intereses del Estado, porque no elige las mejores obras, sino que se adjudica a quien le cobra más barato. Y aún más grave, no sólo el Estado lo está haciendo, la Universidad de Chile también. Una universidad señera en el país, la más importante, que es patrimonio de la nación porque es pública, también está haciendo “arquitectura” vía licitación de honorarios. Eso afecta la calidad del producto. Me parece absurdo y un muy mal negocio para el mandante someter el diseño arquitectónico a una competencia de costos, no sólo porque es un elemento que no tiene incidencia en términos de costos en el total de la construcción final, sino además porque incide negativamente en términos de la calidad de la arquitectura. Esto raya en la inmoralidad y a veces me hace pensar que hay oscuros intereses detrás de los mandantes, y oscuros intereses de los arquitectos que son beneficiados con este sistema y que hacen que las cosas no cambien.

¿Algún caso en particular que sirva de ejemplo?

Un caso patético fue el concurso del Museo de Bellas Artes. Hubo una seguidilla de errores de todo el mundo, del Colegio de Arquitectos, de la gente que llamó al concurso, del MOP, de la municipalidad y de unas bases mal redactadas. Fue un desastre completo. En un minuto el jurado se dio cuenta que los proyectos no sólo no resolvían el objeto para lo cual se llamó a concurso -hacer una ampliación del museo en forma adecuada-, sino además se ponía en riesgo el patrimonio del país. El jurado se vio en la disyuntiva de adjudicar un proyecto mal parido o asumir la seguidilla de errores y rectificar las cosas. Se optó por el segundo camino y yo, que era parte del jurado, asumí el comunicar a los concursantes la decisión. Pero hubo una reacción que no me esperaba, desató duros reclamos presionando por una adjudicación a pesar de las razones, esto incluso me costó un par de amistades.
Entonces, esta reacción de los arquitectos de exigir una adjudicación del concurso, fue producto de los vicios del sistema.
En un sistema de llamado a concurso que pone por delante el objetivo, que es hacer una obra para el país, lo probable es que hubiera habido una revolución por parte de los participantes de antemano. Cualquier persona que se ponía en la perspectiva de la arquitectura se daba cuenta de que ahí había un absurdo, y eso habría sido detectado y la gente lo habría impugnado. Pero en un sistema donde lo que hay que hacer es ganar un concurso porque es la forma en que obtengo trabajo, lo que ocurrió fue una incomprensión de la decisión del jurado. Mi tesis es que la forma en que se está llamando a concurso evita la rebeldía de los concursantes.

¿Cómo se maneja el tema de los concursos en otros países?

En el mundo no es así. En Europa no es así. En los concursos, la forma cómo las oficinas pequeñas tienen acceso al trabajo, son verdaderas instancias de discusión intelectual y tienen un sistema con semifinal y final. Llaman a concurso de ideas, eligen las cinco mejores y luego llaman a un segundo concurso a esos cinco. Y es en esa fase donde aparece la experiencia. Hay know how en el mundo sobre cómo hacer las cosas y en este país no se ha iniciado. Como ejemplo, si ves la arquitectura internacional, toda España es concurso público, hacen los llamados e invitan a arquitectos jóvenes de otros países. ¿Y qué pasa? Los españoles hoy están liderando la arquitectura mundial, gracias a que simplemente abrieron su sistema de concursos.

¿Qué propuestas de solución se pueden hacer para este problema?

Cuando estableces una forma de arquitectura, basada en el oficio y en una forma de hacer las cosas, al final la cultura no progresa. Ese es el fondo del tema. Cuando favoreces un concurso de ideas, aunque sean descabelladas, lo que estás haciendo es dejar que la cultura corra y se desarrolle. El oficio se compra, se adquiere o se asocia. Pero las ideas muchas veces no están disponibles con la facilidad con la que está una cosa casi material que es el oficio. Las ideas salen en la discusión, la confrontación y el desafío cuando te ves enfrentado a una situación de tensión de inventar una solución. Y la gente que no tiene los prejuicios, que es la gente joven, tiene las mejores ideas. Esa es la manera. ¿Por qué en la pintura siempre hay renovación? Justamente porque en el arte puro no hay riesgo y la gente se pude expresar como quiera. Pero en arquitectura el establishment le tiene terror a las ideas, a las innovaciones. El Estado es lo menos innovador que existe, pero uno tiene derecho a pedirle a estos gobiernos progresistas que le den espacio de salida a la gente joven y a las nuevas ideas.

¿Qué pasa con el Colegio de Arquitectos frente a este tema?

Cada vez que uno habla de esto, te dicen que es la pelea de todos los presidentes del Colegio, de todos los años. Este sistema se hace porque las personas responsables se sienten cómodas así. No lo cambian porque no les interesa cambiarlo. Todo el mundo ha recibido de parte del Colegio estas inquietudes. ¿Y por qué no se cambian las cosas? ¿Cómo es posible que la reforma judicial completa se haya hecho con proyectos de referencia? Todos los edificios públicos se hacen con proyectos de referencia y eso afecta los intereses del Estado, entonces yo no puedo entender por qué lo hacen. ¿Están protegiendo los intereses de ciertos arquitectos empleados de ellos y los egos de esos arquitectos? Por ejemplo, la reforma educacional chilena, donde hubo una inversión sin precedentes en nuevas construcciones, pero escasamente con buenos proyectos de arquitectura. Si se quiere producir un cambio en los métodos de enseñanza, y no entender la importancia de contar con los espacios adecuados para que esta se desarrolle… prefiero creer que es por ignorancia.

Leave a Comment

Comments

No comments yet. Why don’t you start the discussion?

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *